La interseccionalidad no solo beneficia a todos sino que es la única salida

La Alianza Pachamama, organización establecida en Estados Unidos que colabora con los pueblos indígenas Achuar de Ecuador, publicó un meme en el año 2012 que mostraba a dos indígenas debatiendo sobre un “descubrimiento científico” reciente: nuestro mundo se encuentra estrechamente interconectado. Evidentemente, el chiste se basa en que unos científicos puedan “descubrir” un concepto que forma parte de la sabiduría milenaria de los pueblos indígenas de todo el mundo. Me entusiasmó la doble genialidad de la caricatura, la manera en la que resaltaba la importancia de comprender el mundo en el que vivimos a la vez que planteaba explícitamente los peligros de la apropiación cultural e intelectual.

No es la primera vez que la ciencia se pone al día con el conocimiento tradicional en este asunto de la interseccionalidad. Y no será la última. Tal y como se aborda en el blog complementario de la Alianza Pachamama, “la investigación científica está cerrando el círculo del conocimiento del mundo natural al implantar una autoridad biológica y teórica a la sempiterna verdad de la sabiduría indígena”. Además, entre todas estas verdades permanentes, la interseccionaldiad es una de las piezas clave. “Es muy posible que la perspectiva indígena más universal sea el concepto de un mundo estrechamente interconectado a todos los niveles y a través del tiempo”, relata la Alianza Pachamama.

Como coordinadora en el movimiento por la justicia climática y, más recientemente, en el movimiento por la justicia migratoria, suelo reflexionar sobre cómo la sabiduría ancestral influye en mi análisis, mis acciones y mi compromiso al tiempo inactivo de resistencia y curación. En mi opinión, la interrelación se manifiesta de muchas maneras: en los sistemas opresores contra los que luchamos, tales como la supremacía blanca, el colonialismo y el patriarcado; en nuestras identidades complejas y en nuestras propias relaciones. Confío también en que todo nuestro trabajo de organización se beneficiará no solo de un entendimiento firme de lo que es la interseccionalidad, sino también de las diferentes maneras en las que este análisis pueda traducirse en nuestras luchas y coordinación diaria.

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Los orígenes de la interseccionalidad

En el año 1989, la catedrática de derecho afroamericana Kimberlé Crenshaw acuñó el término interseccionalidad para describir estas conexiones estrechamente entrelazadas. Nos recuerda que la teoría ya existía pero que fueron sus propias experiencias las que la llevaron a darle nombre. Según la definición oficial, la interseccionalidad es “la idea de que las mujeres sufren múltiples opresiones en diversas formas y grados de intensidad. Los patrones culturales de la opresión no sólo están relacionados entre sí, sino que se encuentran unidos e influenciados por los sistemas intersectoriales de la sociedad. Ejemplos de todo esto incluyen la raza, género, clase, capacidad e identidad étnica”.

En la época en la que Crenshaw estaba desarrollando este término, se percató de la existencia de décadas de borrado [erasure] en el movimiento feminista establecido: un espacio organizativo en el que las mujeres de color son invisibles a plena vista. Treinta años después, la organización interseccional sigue siendo importante y muy necesaria en los grupos feministas, donde el feminismo convencional todavía ignora, y demasiado frecuentemente, el solapamiento de las realidades de clase, cultura y raza. (Un ejemplo que me toca es la creciente obsesión de algunas feministas europeas y blancas por “salvarnos” a nosotras, pobres mujeres árabes, de nosotras mismas a través de acciones como las de FEMEN, posando despechugadas por las calles de Europa con el fin de liberar a las hermanas musulmanas de la supuesta dictadura del velo. Mediante la implantación de sus propias normas culturales, estas feministas occidentales se imponen a sí mismas como autoridad moral mientras que suprimen nuestra cultura y tradiciones propias, así como el derecho de mis hermanas a decidir por sí mismas si quieren llevar velo o no.

No obstante, es obvio que el concepto de interseccionalidad es útil más allá del feminismo. Un análisis de la interseccionalidad enmarcado en el movimiento por la justicia climática ayuda a explicar por qué reducir las emisiones contaminantes, detener la deforestación y utilizar energías renovables como la solar o la eólica no es lucha suficiente por una versión más ecológica y limpia del sistema actual. El colapso de nuestros ecosistemas y desastres como huracanes o vertidos de petróleo siempre han impactado más a unas personas que a otras. Generalmente, son esas mismas comunidades las que tienen un menor acceso a recursos —tales como una vivienda segura— que les ayudarían a sobrevivir a la devastación económica que acompaña al colapso ecológico. Advertimos ese impacto desproporcionado en el distrito Lower Nith Ward de Nueva Orleans después del huracán Katrina, y más recientemente en la península Rockaway de la ciudad de Nueva York tras el huracán Sandy. La justicia climática y la defensa de la tierra, a diferencia del ecologismo, están arraigadas en esta noción de que la degradación ambiental perpetúa las injusticias sociales y económicas ya existentes. Es por ello que las soluciones deben seguir su ejemplo.

Examinemos, por ejemplo, cómo los movimientos en defensa y recuperación de la tierra emergen de un análisis interseccional. El asunto de la desigualdad en la propiedad de la tierra existe a causa de múltiples opresiones interseccionales. El colonialismo, que es el robo y la apropiación de tierras, se basa en la supremacía blanca: ideas como la doctrina del destino manifiesto, que propugna que la raza blanca se merece esas tierras. La desigualdad resultante en cuanto a la propiedad de terrenos ha llevado a la destrucción ecológica de franjas enteras de tierra y a la aceleración del cambio climático. Como contrarréplica, los movimientos en defensa y recuperación de la tierra que apoyan la lucha de los pueblos indígenas en pos de la soberanía y el derecho de autodeterminación ofrecen una ruta para luchar contra el cambio climático y al mismo tiempo desmantelar el colonialismo y la supremacía blanca.

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Los y las que abren camino

Por suerte para nosotros, existen algunos grupos que encabezan la marcha en la implementación de estas políticas de interseccionalidad. Por ejemplo, el Movement Generation Justice and Ecology Project (Proyecto de Justicia y Ecología Movement Generation) en la Bahía de San Francisco trata de organizarse en torno a la crisis ecológica de manera que también influencie la justicia económica y racial en las comunidades de color, al tiempo que honran el liderazgo que proviene de la periferia social.

Gopal Dayaneni, uno de los miembros del núcleo del colectivo Movement Generation, me explica que el enfoque del grupo se origina en la comprensión de que todas las cuestiones, personas y seres vivos son partes de un todo unificado. La crisis de las relaciones personales de hoy en día, señala Dayaneni, crea “vínculos rotos entre las personas, que conllevan nuestra disociación de otras relaciones”, tales como la que tenemos con los ecosistemas de los que dependemos para nuestra supervivencia. Movement Generation contempla estos vínculos rotos como el problema central de nuestra era. Por consiguiente, gran parte del trabajo del grupo se centra en aunar a las personas a través de retiros y talleres de acción estratégica, así como en compartir habilidades basadas en la tierra, como por ejemplo la recogida del agua de lluvia. Mediante estas reuniones y conversaciones, las personas investigan objetivos comunes y dejan atrás su mentalidad de silo aislado e inconexo.

Dayaneni puntualiza que una de las soluciones del grupo se centra en avanzar hacia una “economía regenerativa basada en la tierra”, y reconocen que muchas de las personas que se encuentran al frente de las desigualdades económicas, como los emigrantes, provienen de algún tipo de economía basada en la tierra. La creación de un huerto en un descampado cerca de sus casas no solo aborda las necesidades económicas más directas de las comunidades migratorias sino que también apela a su conocimiento ancestral sobre la tierra y el trabajo.

Según Dayaneni, este tipo de organización interseccional no debería considerarse como un ideal inalcanzable sino como la única forma de avanzar. “No se trata sólo de una situación beneficiosa para todos”, dijo. “Es la única salida. Nos enfrentamos a una crisis realmente existencial y simplemente no tenemos ni tiempo ni recursos como para desentendernos de sus orígenes”.

 

Meme publicado por la Alianza Pachamama sobre cómo los descubrimientos científicos no hacen más que ponerse al día con el conocimiento indígena inmemorial. (Pachamama Alliance)

 

Entrelazándonos unos con otros y con nuestro trabajo

El gran reto es cómo trasladar esta comprensión de la interseccionalidad a nuestro trabajo y relaciones sobre el terreno. Gracias a mi trabajo de organización y el de otros, he observado algunos métodos que funcionan bien.

A título personal, debemos aminorar la marcha y auto-educarnos con el fin de identificar los sistemas tóxicos en los que vivimos. Tenemos que volver a aprender las historias reales de la tierra, de los movimientos de resistencia y lo que les ha costado sobrevivir a las comunidades. También debemos dedicar tiempo a explicar en detalle todas las conexiones con el fin de construir un análisis más profundo acerca de las crisis a las que nos enfrentamos. Durante este proceso, es muy importante que nos comprometamos a seguir el ritmo sosegado característico de la creación de vínculos genuinos, sobre todo mientras aprendemos a adentrarnos de manera respetuosa en comunidades de las que no formamos parte. Es entonces cuando creamos un espacio para escuchar genuinamente las historias de otros y unir a las personas de manera que, tal y como dice Dayaneni, “podamos vernos reflejados en los demás”.

A medida que vamos aunando esfuerzos, debemos recordar que la interseccionalidad no es un concepto únicamente estructural sino también personal. La mayoría de nosotros lleva consigo capas superpuestas de privilegios y opresiones. Como mujer de color emigrante y nacida en el seno de una familia trabajadora, entiendo lo que supone encontrarse al frente de opresiones diversas, pero también tengo el privilegio de disfrutar del acceso social y económico que me han otorgado mi educación universitaria, mi mezcla racial y la transición de parte de mi familia a la clase media. Si pasamos por alto estas distinciones tan reales, acabaremos por permitir que las opresiones históricas continúen su avance de forma indiscutible, minimizando, silenciando y suprimiendo ciertas voces.

A gran escala, necesitamos facilitar los recursos y el acceso a aquellos que no los tienen pero no solo de forma meramente simbólica. Los organizadores deben interrumpir su discurso sobre el “empoderamiento” de las personas de los márgenes, como si no tuvieran ya poder propio. Se trata de quitarse de en medio para que otros ocupen ese espacio, a la vez que se valora el hecho de que el poder ya existe en las comunidades marginadas. También se trata de comprender nuestras propias identidades, cómo nos beneficiamos o no del sistema, y de asumir la responsabilidad de nuestras capas de privilegio a la hora de movernos por el mundo. Se trata de que las organizaciones establecidas mantengan una actitud vigilante ante las desigualdades que perpetúan, sobre todo en cuanto al acceso a los recursos y al mercado laboral dentro del entorno sin ánimo de lucro. De este modo, debemos comprometernos a trabajar despacio a pesar de la urgencia de nuestras crisis y asumir la responsabilidad cuando surjan dinámicas destructivas.

Por último, cuando perdamos el rumbo, podremos recurrir a la sabiduría y verdades ancestrales que han sobrevivido al paso del tiempo. Víctor Puertas, migrante e inconformista de la comunidad indígena yagua del (supuesto) Perú, recuerda la manera en que su abuela explicaba la interseccionalidad. “Ella decía, a su manera, que tejer es como nosotros, como nuestras comunidades: por separado solo somos hilos, partes separadas de algo maravilloso y poderoso pero sin una finalidad. En el entramado, sin embargo, todo se encuentra relacionado, vinculado y conectado, de la misma forma en que muchos hilos diferentes con un único fin forman un tejido hermoso”.

 

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