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Nacido en Ucrania durante la era Soviética, pero criado en Toronto, Canadá, Dmytri Kleiner es un desarrollador de software libre, ensayista e ideólogo. Independientemente del formato en el que se exprese, Kleiner se involucra en proyectos que “investigan la política económica de Internet y la autoorganización de la producción obrera como formas de lucha de clases”. También es uno de los fundadores del colectivo Telekommunisten, una plataforma de comunicaciones basada en torno al potencial revolucionario de la interacción instantánea global mediante dispositivos digitales. Kleiner se describe a sí mismo como “…un polemista, un comunista de riesgo, y un creador de tecnologías de descomunicación”.

Además, es autor del ensayo teórico The Telekommunist Manifesto (“El manifiesto Telekomunista”, traducido al español por “En defensa del Software Libre”, y disponible a través de este enlace). El Manifiesto reconcilia el análisis Marxista sobre conflicto de clases y la propiedad con una época marcada por la migración global y la irrupción de la economía de la información. El Manifiesto le presta especial atención a la economía política y la propiedad intelectual. Dentro del mismo, se incluye una propuesta de licencia, denominada “Licencia de Producción de Pares”, o “P2P” situada a medio camino entre las licencias Copyleft y Creative Commons y para dar respuesta a las críticas que suscitan ambas. El Manifiesto Telekomunista supone una contribución clave para cualquier forma de producción cultural basada en torno a la colaboración y el procomún. Kleiner también es artista contribuyente en Miscommunication Technologies («Tecnologías de la descomunicación») un proyecto que examina las relaciones sociales incrustadas en las tecnologías de comunicación y les da réplica creando plataformas que “… no funcionan como se esperaría de ellas, o que funcionan de manera inesperada.”

Partiendo de estos experimentos, Kleiner lanza su proyecto actual: Telekommunisten. Los servicios y productos que ofrece Telekommunisten son muchos y, dependiendo de la percepción que se tenga de ellos y el sentido del humor de sus clientes, pueden resultar más o menos útiles. Thimbl, por ejemplo es una plataforma descentralizada de microblogging basada en el protocolo Finger y una alternativa viable a servicios centralizados como Twitter. deadSwap es un sistema para compartir archivos offline y a través de memorias USB distribuidas de manera clandestina. OCTO, por su parte, es un proyecto que está “construyendo un sistema global para conectar todos los hogares y centros de negocios del mundo a través de tubos neumáticos que permiten una entrega de paquetes a alta velocidad”. Finalmente, Miscommunication Station («Estación de descomunicación») es una plataforma de chat pasada por el filtro del peor traductor automático del mundo, a fin de crear conversaciones tan fascinantes como carentes de cualquier semblante de coherencia lingüística, pero siempre rebosantes de inspiración y originalidad digital.

Aparte de estas fantásticas aportaciones, Telekommunisten también ofrece servicios de hosting y de llamadas a larga distancia. Como ellos mismos dicen “Dado que la empresa es propiedad de sus trabajadores, todo el dinero que te gastas en nuestros productos se invierte directamente en el mantenimiento y mejora de los servicios que recibes. Creemos firmemente en el software libre, la justicia social, la protección del medio ambiente, el desarrollo internacional y la construcción de una economía basada en los trabajadores”.

Kleiner es un comentarista ácido y crítico sobre la edad de las redes y las dinámicas P2P, las cuales evalúa como “imposibles” en un Internet dominado por la financiación capitalista. Según él: “…el capital no financiará el desarrollo de plataformas sociales, a menos que esas plataformas sirvan para controlar los datos y las interacciones de sus usuarios. Por eso tenemos plataformas centralizadas como Facebook, no porque los ingenieros que las desarrollan no hayan podido imaginar o construir plataformas descentralizadas y con mejores sistemas de privacidad, sino porque eso no tiene ningún interés para los inversores que pagan por ellas”.

Kleiner vive actualmente en Berlín con su esposa Franziska y su hija Henriette, donde, entre otras cosas, se comunica “hablando en inglés, en un ruso mediocre y un alemán abominable” .