El hombre que medita frente a Goldman Sachs

A veces una acción silenciosa y modesta encierra una visión del mundo transformadora, tanto por lo radicalmente distinta como por la coherencia que encierra…una historia que se explica por sí misma, una protesta que se sale de la dinámica de la acción-reacción para adelantarse, para crear realidades distintas. El viejo mundo sólido está colapsando, un gigante con pies de barro se derrumba… Un nuevo mundo líquido avanza imparable. Una protesta que no se enfrenta, sino que se infiltra. Una acción que utiliza la compasión y cambia el paradigma desde la base. Derriba por completo una versión de la realidad que genera conflicto para construir otra que aprovecha las sinergias que hay entre seres humanos que buscan la felicidad por caminos distintos, muchas veces equivocados.

En Guerrilla Translation nos hacemos eco de la entrevista realizada por Nathan Schneider y publicada en Waging Non-Violence. Hay historias que merece la pena contar… quizás por el cambio de perspectiva que producen, quizás porque ese cambio potencie la creatividad para generar alternativas constructivas y de cambio, o quizás no haya propósito. Después de todo, que algo no tenga propósito no significa que no sirva para nada. Y que algo tenga un propósito, no significa que no sirva a muchos otros. Con esta lógica nos sumergimos en una entrevista que no te dejará indiferente…

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Max Zhan, fundador de la página web Buddha on Strike (Buddha en huelga), está haciendo lo propio: Una huelga meditativa enfrente de Goldman Sachs. Le hice varias preguntas sobre su acción. ¿Qué estás haciendo y por qué lo haces?

He estado meditando durante 3 ó 4 horas cada día hábil delante de la entrada del cuartel general de Goldman Sachs. Mi intención es seguir aquí sentado y en silencio todos los días laborables de las próximas semanas y meses. Dentro de poco no seré el único, desde ayer estamos organizando meditaciones en grupo de una hora de duración, tres días a la semana.

Medito frente a Goldman porque quiero fomentar la compasión en sus empleados y demandar que hagan lo propio con los miles de millones de personas que se ven afectadas por las prácticas del banco por todo el mundo. Al meditar, estoy —literalmente— cultivando una técnica para potenciar la receptividad hacia estados emocionales como la compasión y la empatía. A otro nivel, quiero comunicar que vengo en son de paz; sé que los banqueros de Goldman Sachs son gente como tú y como yo. No son inherentemente malvados ni ruines. Son el resultado, tan bello como complejo, de una narrativa personal y social, igual que cualquier otra persona.

¿Supone eso darles carta blanca para acumular cantidades obscenas de dinero mientras exacerban la desigualdad global y las consecuencias de la misma? Por supuesto que no. Pero intervenimos de la misma forma que puede intervenir una familia cuando el hijo tiene adicción a las drogas. Ese es mi concepto de Goldman Sachs: adicción a la avaricia. Y la avaricia, en todas sus vertientes, es algo a lo que nos enfrentamos todos. Con Goldman Sachs la diferencia radica en que estos niveles desbordados de avaricia provocan un sufrimiento humano atroz. Tenemos que acabar con estas prácticas tan dañinas, pero con el amor y la benevolencia de la familia global.

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¿Qué te ha llevado a comprometerte con esto?

La magnitud del sufrimiento humano que ocurre en el mundo y la sensación de andar encaminados a aún mayores niveles de sufrimiento. Eso, junto a la comprensión de que nuestros sistemas de gobernanza nacional y global sencillamente no están a la altura de prevenir este sufrimiento. He llegado a la conclusión de que cualquier cambio dramático para acabar con la desigualdad — por ejemplo, regular a Wall Street— sólo puede ocurrir mediante un movimiento masivo y no violento. Me veo a mí mismo como una parte pequeña y prolongada de ese esfuerzo.

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Me recuerda al “Standing Man” de Turquía. ¿Se te ha unido más gente, igual que se unieron a él? ¿Crees que pasará lo mismo?

Si, exacto. La resistencia pasiva del “Standing Man” me ha dado muchos ánimos. Transmitía muchísima dignidad en su afán de ser testigo de lo que estaba ocurriendo. Es como si dijera, “Quizá no sea capaz de arrebataros vuestras granadas de gas lacrimógeno, pero no os daré la satisfacción de dar la espalda”.

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No se me ha unido nadie de la misma forma espontánea en la que se unieron al “Standing Man”, pero sí que me ha contactado gente después de que subiera fotos a Facebook y a Twitter. Desde el primer día sentí que la meditación frente a Goldman Sachs iría más allá de mi propia persona. Como antiguo organizador comunitario, sé que la unión hace la fuerza. En este caso, queremos reducir el alcance de una de las instituciones más poderosas del planeta de forma drástica, y para eso necesitamos muchas personas que hagan de contrapeso.

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¿Cuáles son las reacciones de los empleados de Goldman Sachs? ¿Y de las demás personas?

A decir verdad, me es muy difícil saber cómo están reaccionando los empleados de Goldman Sachs. Medito con los ojos mirando hacia abajo a un ángulo de 45° y no puedo ver la reacción en sus expresiones faciales. Tampoco me han hablado ninguno de los empleados de Goldman… bueno, eso no es totalmente cierto. Después de los primeros días, los guardias de seguridad se volvieron bastante más simpáticos. Ahora, cuando llego, me preguntan qué tal me ha ido el día.

Hace poco, cuando un amigo vino a hacer unas fotos, le pararon para decirle que me pidiera permiso. Casi todos los demás que pasan por aquí me muestran su apoyo, me preguntan qué estoy haciendo y por qué y son muy respetuosos al hablar conmigo. Lo peor que me ha pasado hasta ahora fue un señor que me gritó: “¡búscate un trabajo!”. No sabe que trabajo a jornada completa en un restaurante mexicano en Crown Heights. Aún así, hay millones de norteamericanos que no tienen trabajo. ¿Acaso eso les descalifica a la hora de denunciar –o, en mi caso, sentarse ante– la injusticia? Creo que no.

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¿Cuál sería el resultado ideal de todo esto?

El resultado ideal sería la formación de un movimiento masivo de protesta meditativa que ayudara a crear un espacio político para la reforma y la regulación drástica de la industria financiera –especialmente en lo que a mega bancos como Goldman Sachs y Morgan Stanley se refiere. Sé que es un objetivo muy idealista, pero es tremendamente importante. Me viene a la cabeza la imagen de un perímetro de meditadores rodeando la totalidad del gigantesco cuartel general de Goldman Sachs. ¿No sería increíble?

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¿Estás realizando alguna labor complementaria para enmarcar tu acción dentro de una campaña más amplia y hacerla más efectiva? ¿O estás más enfocado en este acto de observación?

Sí, también estoy haciendo labores de apoyo. Como he dicho, vengo del entorno de la organización comunitaria; sé que el fortalecimiento de las coaliciones, la comunicación y las relaciones de confianza son aspectos esenciales. También sé que este tipo de organización es un proceso lento.

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Tu pancarta dice “Comienza de nuevo con compasión”. ¿Por qué eso? ¿Realmente crees que lo que le falta a Goldman Sachs es compasión? ¿Crees que la compasión verdadera es siquiera posible dentro de estas instituciones hipercapitalistas?

La pancarta “Comienza de nuevo con compasión” va dirigida a los empleados de Goldman Sachs, no al banco en sí. No soy tan ingenuo como para creer que la compasión vaya a superar las fuerzas estructurales y los incentivos financieros que gobiernan las prácticas de Goldman. En ese sentido me parece totalmente válido preguntarse si “la compasión verdadera es siquiera posible” dentro de las limitaciones de un mega banco como Goldman.

Aún así, quiero añadir que las políticas de Goldman–igual que las políticas de cualquier institución– las promulgan las personas. Y son esas mismas personas las que toman decisiones sobre aplicar, o dejar de aplicar, una serie de consideraciones éticas hacia los afectados por sus decisiones. Es lo que vimos en 2012 con Greg Smith, el vicepresidente de Goldman Sachs. Se dio cuenta que sus acciones no eran éticas y decidió dimitir.

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¿Qué nos dices sobre la “calidad” de tu meditación, por decirlo de alguna manera? ¿Es mejor o peor que cuando estás en casa?

Para contestar esto tengo que describir un poco cómo medito. Mi práctica meditativa consiste en seguir la respiración, eso significa que me concentro en las sensaciones de una sola parte del cuerpo –normalmente la barriga– mientras que el aire entra y sale. El reto es que, cada vez que aparece un pensamiento, tomas nota de que estás pensando e inmediatamente vuelves a centrar tu atención sobre la respiración.

En Goldman me está siendo mucho más difícil poder concentrarme continuamente en la respiración. El ruido de esta esquina –sumado al significado político y personal de este lugar– provoca muchísimas distracciones. Por tanto, si concebimos la meditación como la práctica de la atención, entonces diría que las meditaciones son peores. Pero otro componente crucial de la meditación es la práctica de la aceptación. Cuanto más he meditado a lo largo de los años, más he sido capaz de tratarme a mí mismo con compasión cada vez que me distraigo. Y creo que, gracias a esta práctica de compasión –para mí mismo como un meditador en un entorno difícil y para los banqueros como seres humanos—  la calidad de mi meditación ha aumentado significativamente.

 

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