Fascismo poscrisis

En esta traducción de nuestros buenos amigos y Co-guerrilla translators de Adbusters en Español, Christian Parenti examina alguno de los posibles escenarios geopolíticos que pueden derivarse del cambio climático. Es una lectura dura y necesaria, no porque suponga una visión definitiva e inamovible de futuro, ni por lo dramático de algunas de sus conclusiones, sino —como recuenta Robert Jensen en esta otra traducción— es necesario “levantar el velo” y ver estos problemas como amenazas reales. Tener pleno conocimiento de qué le estamos haciendo al planeta y las consecuencias que conlleva es requisito esencial para poder enfrentarnos a estas amenazas.

Parenti es profesor invitado en el Centro de Cultura de Lugar y Política del Centro de Estudios de Posgrado de CUNY y fue recientemente nombrado profesor titular en la Escuela para la Formación Internacional, del Graduate Institute. El ensayo que se presenta a continuación es un extracto de su nuevo libro Tropic of Chaos: Climate Change and the New Geography of Violence [Trópico del caos: cambio climático y la nueva geografía de la violencia].

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El cambio climático está ocurriendo con más rapidez de lo previsto y ya sentimos su impacto en forma de sucesos climáticos extremos: desertificación, acidificación oceánica, deshielo polar y aumento progresivo del nivel del mar.

Los científicos que construyen los modelos informáticos que analizan los datos sobre el cambio climático creen que, incluso si dejamos de emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera, los niveles de CO2 son ya tan elevados que estamos abocados a que haya un incremento significativo en las temperaturas globales. El cambio climático perturbador constituye una certeza, incluso si hacemos la transición a una economía sin combustibles fósiles; el cambio incipiente ya está haciendo aparición en el mundo de la política.

El cambio climático llega en un mundo preñado de crisis. Los desequilibrios actuales e inminentes producidos por él se entrecruzan con las crisis de pobreza y de violencia ya existentes. He denominado a la colisión de crisis políticas, económicas y medioambientales la convergencia catastrófica. Por convergencia catastrófica no me refiero simplemente a que los diversos desastres ocurran a un mismo tiempo, acumulándose. Más bien, sostengo que los problemas se agravan y amplifican entre sí, expresándose cada uno de ellos a través de los otros.

Las sociedades, al igual que las personas, se enfrentan a los nuevos desafíos condicionadas por los traumas del pasado. Así pues, las sociedades dañadas, al igual que las personas dañadas, a menudo responden a las crisis de nueva aparición de forma irracional, miope y autodestructiva. En el caso del cambio climático, los traumas previos que predisponen a una mala adaptación, a una respuesta destructiva en el plano social, son el militarismo de la era de la Guerra Fría y las patologías económicas del capitalismo neoliberal. Durante los últimos 40 años, ambas fuerzas han distorsionado la relación del Estado con la sociedad al eliminar y socavar las funciones colectivista, reguladora y redistributiva del Estado mientras desarrollan sus capacidades represivas y militares de forma desmesurada. Esto, creo, inhibe la capacidad de la sociedad para evitar los desajustes violentos que se puedan dar a medida que el cambio climático entra en acción.

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Prepararse para el apocalipsis

Son numerosos los informes gubernamentales que han debatido los problemas sociales y militares que plantea el cambio climático. En 2008, el Congreso [estadounidense] ordenó que la Revista cuatrienal de defensa del 2010 (el documento programático que establece los principios rectores de la estrategia y de la doctrina militar estadounidense) tomase en consideración el impacto que el cambio climático puede suponer para la seguridad nacional. La primera de estas investigaciones en ser noticia fue un estudio encargado por el Pentágono en 2004 titulado Un escenario de cambio climático abrupto y sus implicaciones para la seguridad nacional de los Estados Unidos, escrito por Peter Schwartz, un consultor de la CIA y exdirector de planificación de la Royal Dutch/Shell, y Doug Randall, de la Global Business Network con sede en California. El informe se realizó a instancias del octogenario teórico militar y adivino imperial Andrew Marshall. Conocido por sus seguidores como Yoda, en alusión a la arrugada marioneta con aspecto de enano de La guerra de las galaxias, Marshall comenzó su carrera en la RAND Corporation en 1949 como especialista en Armageddon nuclear y su supuesta capacidad de supervivencia (es interesante señalar la presencia de un físico de la era atómica de la Guerra Fría entre los negacionistas del cambio climático y los «adaptacionistas» militares). En su libro How to cool the planet [Cómo enfriar el Planeta] Jeff Goodell apuesta con similar entusiasmo por las soluciones de alta tecnología prometidas por la geoingeniería, concretamente del Laboratorio Lowell Wood de Lawrence Livemore, una discípula hippie de Edward Teller.

El informe de Schwartz y Randall trata con acierto el calentamiento global como un proceso potencialmente no lineal. Y pronostican la llegada de una nueva Edad Oscura.

Las naciones sin los recursos necesarios para ello podrían construir fortalezas virtuales en torno a sus países, preservando los recursos para sí mismos… A medida que la hambruna, la enfermedad y los desastres meteorológicos se desaten como consecuencia del cambio climático abrupto, las necesidades de muchos países excederán a su capacidad para soportarlas. Esto generará una sensación de desesperación, que conducirá a agresiones ofensivas para recuperar el equilibrio… Europa estará sumida en luchas internas, se agolparán en sus costas un gran número de refugiados y Asia sufrirá graves crisis por causa de la escasez de agua y de alimentos. El caos y el conflicto serán características endémicas de la vida. Una vez más, la guerra definiría la vida humana.

En 2007 aparecieron nuevos informes sobre el clima y la seguridad, como el de la CNA Corporation, asociada al Pentágono, que convocó un consejo asesor compuesto por exmilitares de alto rango para examinar dichas cuestiones —entre ellos el general Gordon Sullivan, exjefe de personal del Ejército de EE.UU., el almirante Donald Pilling, excomandante en jefe de la Marina de los EE.UU. y el general Anthony Zinni, marine jubilado y excomandante en jefe del Comando Central de los EEUU—. Este informe preveía una contrainsurgencia permanente a escala global. He aquí un extracto destacado:

El cambio climático actúa como una amenaza multiplicadora de la inestabilidad… A diferencia de la mayoría de amenazas convencionales para la seguridad, en las que un solo ente actúa de determinada manera en diferentes momentos del tiempo, el cambio climático puede ocasionar múltiples condiciones crónicas a nivel global y de forma simultánea. Las condiciones económicas y medioambientales en las áreas más debilitadas se degradarán a medida que la producción de alimentos disminuya, las enfermedades aumenten, el agua potable se haga cada vez más escasa y las poblaciones migren en busca de recursos. Los gobiernos debilitados o fallidos, con un estrecho margen de supervivencia, son caldo de cultivo para el conflicto interno, el extremismo y una tendencia hacia un mayor autoritarismo y hacia ideologías radicales. Los Estados Unidos se verán involucrados con mayor frecuencia en estas situaciones para proveer ayuda, rescate y apoyo logístico, o bien para estabilizar las condiciones antes de que el conflicto estalle.

En otra sección señala que:

Cuando un gobierno se muestra incapaz de rendir servicios a su pueblo, asegurar el orden público y proteger las fronteras contra invasiones foráneas, se presentan las condiciones justas para que los trastornos, el extremismo y el terrorismo llenen el vacío. La mayor preocupación llegará a ser el movimiento de refugiados y solicitantes de asilo que, por la destrucción ecológica, opten por emigrar.

Al cerrar el informe apunta que «los cambios climáticos abruptos pueden, en el futuro, dificultar la adaptación incluso para los países más desarrollados».

Otro informe del 2007, el más riguroso de todos desde el punto de vista científico, titulado The Age of Consequences: The Foreign Policy National Security Implications of Global Climate Change [La edad de las consecuencias: implicaciones sobre la seguridad nacional y la política extranjera derivados del cambio climático] fue escrito por el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales y el Centro para la Nueva Seguridad Estadounidense. Entre sus destacados autores se incluyen Kurt Campbell, antiguo asistente adjunto del secretario de defensa, Leon Fuerth, antiguo consejero de seguridad nacional para el vicepresidente estadounidense Al Gore, Juan Podesta, antiguo jefe de Estado Mayor para el Presidente Bill Clinton y James Woolsey, antiguo director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

La edad de las consecuencias estableció tres situaciones hipotéticas para el cambio climático, cada una partiendo de diferentes cambios de temperatura media globales. Los autores se basaron en el Cuarto informe de evaluación del panel intergubernamental sobre el cambio climático (Fourth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change, 2007) pero señalaban que «las observaciones recientes indican que los pronósticos que se han hecho a partir de modelos climáticos han sido demasiado conservadores; los efectos del cambio climático actúan de manera más rápida y dramática de lo esperado». El informe concibe los problemas futuros, no en términos de guerras por los recursos entre los estados, sino como el colapso de los estados causado por «enfermedades, inmigración descontrolada y pérdida de cosechas que llegan a resultar excesivas para los instrumentos tradicionales de seguridad nacional, en especial para las fuerzas armadas y otros elementos de poder y de autoridad estatal». El exespía ambientalista James Woolsey escribió la sección final del informe en la que describió la situación más desfavorable posible a la que podríamos llegar. Escribe:

En un mundo donde se experimentase un aumento de dos metros en el nivel del mar, con previsiones de futuras inundaciones, se necesitaría un esfuerzo extraordinario para que los Estados Unidos, o cualquier país, pudieran ver más allá de su propia salvación. Todas las maneras en las que los seres humanos se han enfrentado a los desastres naturales en el pasado… podrían llegar a juntarse en una conflagración: rabia contra el gobierno por su incapacidad para resolver las crisis repentinas e impredecibles; fervor religioso, tal vez un aumento de cultos milenarios que anuncien el fin del mundo; hostilidad y violencia contra migrantes y grupos minoritarios en un momento de cambios demográficos y de creciente migración global; y conflictos internos y entre los estados por el acceso a los recursos naturales, en particular por la comida y el agua potable. El altruismo y la generosidad resultarían severamente mermados.

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Occidente contra el resto

Otros estados desarrollados han llevado a cabo estudios similares, muchos de ellos confidenciales. Las Fuerzas Australianas de Defensa (ADF) elaboraron un informe sobre el conflicto climático en 2007, del cual se filtró un resumen dos años más tarde: «Las presiones ambientales causadas tanto por el cambio climático como por toda una gama de factores actuarán como multiplicadores de las amenazas para estados en situación de fragilidad en todo el mundo, aumentando así las probabilidades de aparición de estados fallidos. Esto posiblemente aumentaría la necesidad de recurrir en el futuro a la ADF para que lleve a cabo operaciones adicionales de estabilización, de reconstrucción posconflicto y de asistencia humanitaria».

Los poderes europeos también se están preparando para las amenazas a la seguridad que se darían en un mundo transformado por el cambio climático. El Consejo Europeo dio a conocer un informe de seguridad climática en 2008, señalando que «será difícil evitar un aumento de la temperatura de hasta 2° C sobre los niveles preindustriales… La inversión en mitigadores para prevenir tales situaciones, como la búsqueda de maneras de adaptarse a lo inevitable, deben ir acompañadas por la prevención de los peligros que el cambio climático supone para la seguridad internacional; ambas deben verse como parte de una política de seguridad preventiva».

Empleando un lenguaje familiar, el informe indica que «el cambio climático amenaza con saturar y poner en peligro a estados y a regiones ya frágiles y propensas al conflicto» lo que implicaría «riesgos tanto políticos como de seguridad que pueden afectar directamente a los intereses europeos». También señala la probabilidad de que haya conflicto por el acceso a los recursos naturales, dada la reducción del terreno cultivable y la escasez de agua, daños económicos en ciudades costeras y a la infraestructura esencial, en particular en las megaciudades del Tercer Mundo, migración causada por las condiciones medioambientales, radicalización, tanto religiosa como política, y tensiones por el acceso a las reservas de energía.

Los planificadores militares occidentales, cuando no los líderes políticos, reconocen los peligros de la convergencia del desorden político y el cambio climático. En vez de preocuparse por guerras convencionales por la comida y por el agua prevén una geografía emergente de guerra civil, con flujos de refugiados, progromos y rupturas sociales provocadas por el clima. En respuesta, ven un proyecto de contrainsurgencia abierta a nivel global.

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La amenaza ecofascista

Las palabras clave en la discusión del clima son mitigación y adaptación: es decir, que necesitamos mitigar las causas del cambio climático al mismo tiempo que nos adaptamos a sus efectos.

Adaptación quiere decir prepararnos para vivir con los efectos de los cambios climáticos, algunos de los cuales ya están en marcha y son inevitables. La adaptación es un reto tanto técnico como político.

La adaptación técnica implica la transformación de nuestra relación con la naturaleza a medida que la naturaleza se va transformando. Tenemos que aprender a vivir con el daño que hemos causado construyendo muros marinos alrededor de las ciudades costeras vulnerables. Debemos devolverle terreno a los manglares y a los humedales para que puedan romper las oleadas repentinas que traen las grandes tormentas, abrir corredores migratorios para que las especies animales puedan desplazarse hacia el norte a medida que suban las temperaturas y debemos desarrollar formas sostenibles de agricultura que puedan funcionar a escala industrial, aun cuando los regímenes climáticos cambien de manera radical.

Adaptarse desde el punto de vista político quiere decir transformar las relaciones que la humanidad tiene consigo misma transformando las relaciones sociales entre personas. Una adaptación política al cambio climático que tenga éxito implicará el desarrollo de nuevas formas de contener, de impedir y de disminuir la violencia que el cambio climático alimenta. Esto requerirá un desarrollo económico y una redistribución de los recursos. También se hará necesaria una nueva diplomacia que logre instaurar la paz.

No obstante, otro tipo de adaptación política ya está en marcha, algo que se podría llamar la política del bote salvavidas armado que responde al cambio climático mediante el uso de las armas, aumentando el patrullaje, excluyendo y olvidando a ciertos grupos, cuando no reprimiéndolos y matándolos. Uno podría imaginarse el surgimiento de un autoritarismo ambientalista emergiendo en los países desarrollados a medida que la crisis climática empuja al Tercer Mundo hacia el caos. Mientras el cambio climático ya alimenta la violencia mediante crímenes, represión, disturbios sociales, guerra y colapso de los estados en el Sur global, el Norte responde con un nuevo autoritarismo. El Pentágono y sus aliados europeos están planificando de forma activa una adaptación militarizada que enfatiza la contención abierta de estados ya frágiles o en proceso de debilitamiento: una contrainsurgencia eterna.

Este tipo de «fascismo climático» con su política de exclusión, segregación y represión es horrible y está abocado al fracaso. Tiene que haber otro camino. Los estados precarios del Sur global no van a hundirse sin arrastrar consigo a las economías fuertes. Si se permite que el cambio climático destruya economías y estados enteros no habrá número de muros, armas, alambradas, drones, ni mercenarios desplegados de forma permanente que puedan salvar a una mitad del planeta de la otra.

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